Proposta de reforma de la Rambla i respostes posteriors.

Data inici: 27/10/1889

Data final: 27/10/1889

Segle: XIX

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Contingut:

Reforma indispensable

Háse inaugurado anoche el Liceo y hánse reproducido á la entrada y salida la confusión, las incomodidades y sustos de siempre.

Los arroyos de la Rambla son harto angostos ya para el movimiento rodado de Barcelona.
No hay más que observar á ciertas horas del día cómo se enredan y estorban unos a otros los vehículos en ciertos puntos de la más animada de nuestras calles. Ragístrese con atención la crónica local de esta prensa y se verá que apenas trascurre un día sin que los diarios den cuenta de alguna desgracia personal ocurrida en la Rambla á causa de la angostura en que han de moverse los carruages.

Pero donde es de ver la deficiencia de esa avenida es frente del Liceo y en noches como la de ayer. Las personas que se dirigen á ese teatro en coche han de aguardar dentro del vehículo un cuarto de hora esperando el turno de desfile, si no se deciden á bajar y recorrer á pie tres ó cuatro cientos metros de camino para no perder la paciencia. A la hora de salida, los apuros y molestias son todavía mayores. Sale la gente acalorada del teatro y, en pleno invierno, esperando el coche, hay quien ha de permanecer media hora de plantón en el desmantelado pórtico y bajo la mortífera acción de la corriente de aire frío que se cuela por las puertas á desalojar del interior del teatro la atmósfera bochornosa allí formada. La influencia que puede tener esto sobre la salud de los concurrentes no hay para que ponderarla. Tampoco hay que hablar de los apuros y peligros en que sa ve el público de á pie en esas horas de confusión, para salvar el arroyo, sorteando como Dios quiere, los apretados escuadrones de caballos y coches que se disputan el turno por un lado y echan por otro a correr atropellándolo todo.

Pero estos peligros y estos inconvenientes que tocamos todos, y contra los cuales todos venimos clamando una y mil veces ¿porque no se corrigen? ¿porque no preocupan un momento la atención de nuestros concejales, ni la de los propietarios del Liceo?

¡Ah, la rutina de este dichoso pais! ¿Es que como generaciones de espíritu y de bolsillo hemos de pasarnos la vida contemplando y alabando los defectos de nuestras cosas por la pereza y avaricia de corregirlos? El tiempo lo transforma todo y nadie puede oponerse á su corriente avasalladora sin riesgo de verse arrollado. Las ramblas de Barcelona respondían ampliamente á las necesidades higiénicas y de tránsito, cuando en sus aceras se alineaban vastísimos y quietos conventos y la ciudad no contaba apenas cien mil almas.

Media docena de carrozas y algunas tartanas cruzarían por esos arroyos que, á trechos, hoy apenas si pueden engullir un tranvía y una jardinera de frente. Reducida la ciudad al estrecho perímetro de sus murallas, rara era la familia qua no se dirigiese al teatro a pie, porque la distancia lo permitía. Paro cuando la población y las distancias se han triplicado ¿puede la Rambla seguir como estaba sin menoscabo de nuestra comodidad y holgura? Increible parece que haya quien lo discuta siquiera. La disposición que da el hombre á sus obras obedece á las costumbres de su época; cuando las costumbres se han transformado, la antigua disposición resulta incómoda y ha de íransformaráe también. No puede opinar de otro modo, más que quien cierra los ojos á la verdad patente.

Una de dos, pues: ó resignémonos á gastar mucho dinero en los derribos necesarios para dejar en frente del Liceo una espaciosa plaza y ensanchar los trechos angostos de la Rambla; ó reunamos todo el movimiento de carruajes en su parte destinada hoy á paseo ensanchándola con los trozos necesarios de entrambos arroyos y uniendo el resto de estos á las aceras que serían entonces anchurosas y adecuadas á la importancia de esa hermosa avenida.

Mientras no hagamos esto, crecerán cada día más los peligros ó inconvenientes que ofrece hoy la Rambla para la circulación y nos privaremos de otros mil atractivos y comodidades que ofrecería esta hermosa vía si, abandonando rancias prevenciones, la vistiésemos á la moderna cual sa merece.

Vengan otros más entendidos que yo en la materia, á discutir esa idea; discútanla de buena fé, pesando como es necesario las ventajas é inconvenientes de la reforma y no desconfio de la victoria. En un artículo, escrito como éste á vuela pluma, no puede tratarse ía cuestión bajo todos sus aspectos. Yo no hago más que soltar la idea ó, si se quiere, ponerla otra vez sobre el tapete; paro no he de ocultar tampoco el deseo que me autoriza de que se hable ya de ella para qus otro día se trate seriamente de esta cuestión dentro del palacio municipal.

NARCISO OLLER.

[Aquest article és seguit d’un altre de 7 de novembre com a reacció a la resposta donada en contra pel director del Diario de Barcelona a aquest article d’Oller. I posteriorment encara n’hi ha un altre, del mateix Narcís Oller, del 10 de novembre, que segueix tractant el tema.]