«El arte callejero. Las Ramblas: pintura por los suelos»

Data inici: 28/02/1983

Data final: 28/02/1983

Segle: XX

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Contingut:

La Rambla o les Rambles ¿Cómo se llama esa avenida de sicomoros, pajarerías, músicos, floristerías y poetas, librerías-kiosco y vendedoes ambulantes, deambulantes en paro, travestis y funcionarios, contertulios y alucinados, adolescentes y ancianos, mendigos, africanos, punkies y aficionados a la ópera, que empieza en la Plaza de Catalunya y termina a los pies del monumento a Colón?

Aunque la denominación ortodoxa sea la Rambla, el pueblo seguirá llamándola las Ramblas, quizá por aquello de la tradicional pluralidad ramblera.

El gran espectáculo de la vida misma en pantalla natural, a todo color, olor y sabor, interpretado por sus genuinos creadores, en sesión continua e ininterrumpida, se ofrece totalmente gratis a todo aquel o aquella que quiera integrarse en calidad de actor, espectador, coreógrafo o acomodador, a todo aquel o aquella que pasea por las Ramblas.

El escenario está siempre dispuesto y los actores también. La acción fluctúa entre la comedia y el drama, el sainete y el gran guiñol, la tragedia y el humor. El arte grande, el popular, se manifiesta, nace y muere a cada instante entre músicos, mimos, pintores, dibujantes y poetas, orfebres, clows, juglares y todas las legiones de la Corte de los Milagros. El pueblo se arremolina a su alrede dor, los alienta y les da unas monedas a cambio de su valioso testimonio.

El primero fue —cómo no— un argentino. «Un sudaca», comentaban los corrillos que iban cerrándose alrededor de un joven que, con sus barritas de colores, iba extendiendo un tapiz —al principio sólo esbozado con tiza— sobre la cuadrí cula de la plaza del Arco del Teatro frente al monumento a Pitarra. La Venus de Botticelli renacía una vez más y, como siempre, un pintor oficiaba como partera y comadrona.

Nunca los rambleros habituales —tan cultivados en lo insólito— habían visto pintar virgenes en los suelos. Ahora se ha convertido en una práctica habitual, algo desprestigiado por un sano porcentaje de mediocridades, pero que sigue motivando a seguidores por docenas. Para unos, es un vehículo para comunicarse; para otros, una zona de ejercicios y, para todos, un sistema medianamente digno de ganar cuatro perras para ir tirando.

Rafael Taixes